El fenĆ³meno no concierne solamente la “tribu del pulgar”, la generaciĆ³n de nativos digitales. El nomadismo creciente en la hiperurbanidad ha hecho que los dispositivos mĆ³viles incrementen su presencia en todos los momentos de la vida cotidiana, borrando las fronteras que deben separar lo pĆŗblico de lo privado, lo laboral de lo personal.
La telefonĆa mĆ³vil ya no vive sĆ³lo de palabras o, al menos, no sĆ³lo de la oralidad. A la incorporaciĆ³n de funciones vinculadas con la localizaciĆ³n y los desplazamientos en la ciudad (mapas y funciones de GPS asociadas a la bĆŗsqueda de informaciĆ³n sobre el trĆ”fico, la mejor manera de desplazarse, los destinos mĆ”s adecuados y las reservas de servicios), se agregarĆ”n con Ć©nfasis servicios en el terreno de la seguridad personal (supervisiĆ³n de niƱos, conectividad a centrales de vigilancia) y colectiva (alertas grupales sobre conflictos pĆŗblicos, terrorismo, desastres naturales), encontrarĆ” un lugar en la supervisiĆ³n mĆ©dica a distancia, asumirĆ” una mayor responsabilidad en la captura de todo tipo de informaciĆ³n, incluso la que aun no imaginamos cĆ³mo podrĆa ser registrada y transmitida. MĆ”s temprano que tarde, algunos de estos servicios estarĆ”n a disposiciĆ³n de millones de usuarios con costos que deberĆan hacerlos asequibles por doquier las 24hs/7dĆas/365dĆas al aƱo.
Sin embargo, el mayor impacto de la cuarta pantalla, entendida en forma amplia como la pantalla de los dispositivos ultramĆ³viles, estĆ” aun por venir. El acceso mĆ³vil a Internet y a la TV (la TV digital tambiĆ©n prevĆ© la distribuciĆ³n a los mĆ³viles) transformarĆ” significativamente el consumo cultural. Los celulares mejoran su ergonomĆa para facilitar la lectura de contenidos. Llegan dispositivos especĆficos, como los readers de Sony y de Amazon, especializados para la lectura de largos textos en una pantalla mĆ”s grande que la de los telĆ©fonos mĆ³viles, y las netbooks o ultra mobile PCs, mĆ”s pequeƱas (pantallas de 8″ a 11″) y livianas que las notebooks. AsĆ equipados, los ciudadanos wi-fi estarĆ”n hiperconectados con todo aquello que su dispositivo mĆ³vil pueda dialogar.
Entre los muchos factores que favorecen el encuentro de la telefonĆa mĆ³vil con nuevas formas de consumo de contenidos, resalta la nueva distribuciĆ³n de los tiempos de ocio, sobre todo, de las personas que habitan en las grandes ciudades. Los desplazamientos son mĆ”s asiduos. La vida laboral y extralaboral se colmĆ³ de pequeƱas pausas, interrupciones, mayormente evitables, producto de la irrupciĆ³n incesante de mensajes o motivadas por actividades que escapan a la comunicaciĆ³n interpersonal oral y escrita (SMS) que fueron paradigmĆ”ticas de la anterior fase de la telefonĆa mĆ³vil. Una micropausa, tiempo de ver un video en Youtube o consultar un blog. Instersticial, el ocio se escurre entre bloques econĆ³micamente productivos, en los tiempos de espera, en los cortos desplazamientos. Con la apariciĆ³n de estas burbujas de tiempo, los nuevos medios y dispositivos mĆ³viles tienden a jugar un rol protagĆ³nico en la vida de las personas.
Los nuevos medios (YouTube, Facebook, Twitter, WordPress, etc.) son los que mejor se adaptan a estas nuevas formas de distribuciĆ³n de los tiempos de ocio. La recepciĆ³n mĆ³vil amplifica el fenĆ³meno. MĆ”s que ninguna otra, favorece el empleo de estas burbujas para acceder e, incluso, producir y distribuir contenidos (microblogging).
Esta Sociedad del Ocio Intersticial representa un verdadero desafĆo para la Cultura. Ante esta burbujeante realidad, la Cultura debe reaccionar. Comenzando por entender mejor las razones que hicieron que la lectura perdiera el lugar que ocupaba en los vagones de subterrĆ”neo y en las pausas de rutina. Implica dejar de preguntarnos si tiene futuro el libro y buscar mĆ”s de una respuesta a las preguntas ¿quĆ© libro tiene futuro? Los espacios perdidos por falta de adaptatividad del soporte y del contenido pueden ser recuperados aprovechando que, como nunca antes, el soporte material (dispositivo mĆ³vil) estĆ” alineado con las exigencias de la cotidaneidad. Existe la oportunidad de recuperar los espacios perdidos. Solo hace falta contenidos adecuados, que no por ser brevedades carecen ineluctablemente de calidad o estĆ”n condenados a ser efĆmeros y volĆ”tiles.
Con nuevos gĆ©neros y formatos, frutos del talento y de la innovaciĆ³n, la Cultura puede recuperar espacio allĆ donde la vida nĆ³mada lo permite, durante una breve espera, un corto desplazamiento, el tiempo que dura una burbuja de ocio.
ArtĆculo de Roberto Igarza
Publicado por El Cronista
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